NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a http://www.bpnews.net/espanol.
HOLLYWOOD, Fla. (BP) — Vivimos en un día donde la palabras evangelio, evangelismo y evangelista están siendo frecuentemente usadas en nuestro contexto denominacional. Lo cual Bíblicamente concuerda con lo que Pablo le instruye al joven pastor Timoteo, cuando lo llamó a tomar la acción decisiva, efectiva, urgente e inmediata, de llevar a cabo la labor de un evangelista (euangelistou), uno que proclama con fidelidad las buenas nuevas de Salvación (Cp. Hechos 21:8; Efesios 4:11).
El le escribe: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5 RVR1960).
Sin embargo, debemos notar que la instrucción de Pablo a este joven ministro, comenzó en los versículos anteriores: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:1-4 RVR1960).
De aquí entendemos, que el evangelio no puede ser predicado (“kēryxon” — proclamado como un heraldo fidedigno), sino es a través de la predicación de la Palabra de Dios. Es esta, la cual Pablo insiste en que sea predicada con determinación.
No obstante, a manera de un marcado contraste, hoy en muchos púlpitos la predicación de la Palabra de Dios escasea y ha sido reemplazada por temas capciosos de autoayuda, psicología, cómo perder peso, cómo criar a los hijos, cómo manejar las finanzas, cómo tener un mejor matrimonio, cómo vencer la depresión etc.
Y aunque todos esos temas sean populares, entretenidos, y atractivos para el conglomerado, no son el Evangelio de Dios. No son las Sagradas Escrituras que pueden convertir el alma.
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo” (Salmos 19:7 RVR1960).
El Señor Jesucristo lo confirma ante sus discípulos: “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas” (Lucas 24:44-48 RVR1960).
El Señor Jesús les había enseñado a sus discípulos desde las Sagradas Escrituras, “que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.” Y es sobre esta sólida base Escritural que Él manda a que se predicara “en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones.”
La Ley, los profetas y los Salmos apuntaban y daban testimonio de Cristo y de la salvación que Él traería (Juan 5:39).
Con esto, cabe resaltar que Cristo no tenía problemas con llamar a los pecadores al arrepentimiento (Cp. Mateo 4:17; Marcos 1:15; Lucas 5:32), como algunos quienes en su deseo de colaborar para la salvación de muchos e incrementar sus resultados, han eliminado de sus fórmulas de evangelismo.
El arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo, eran y siguen siendo el mensaje que Cristo nos mandó a predicar (Hechos 20:21). Y cualquier otro mensaje modificado sencillamente no es el evangelio del Señor (Gálatas 1:6-7).
En Lucas 16:29, El Señor nos deja conocer acerca de una conversación que tiene Abraham y un rico no creyente, quien desde el lugar de tormento, rogaba para que su familia sea salva: “Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29 RVR1960).
La respuesta de Abraham es clara, los no creyentes deben escuchar la proclamación de lo que dicen Moisés y los profetas sobre Cristo y responder en arrepentimiento y fe, si han de ser salvos.
Siendo que en muchos púlpitos la Palabra de Dios ha sido minimizada, y ha sido reemplazada por historias entretenidas o por un mensaje diluido. Entonces ¿Cómo oirán las personas el Evangelio de las Escrituras para ser salvas, sin haber quien se los predique? (Romanos 10:14).
Para muchos predicadores es tiempo de regresar a la fiel predicación del Evangelio desde las Escrituras (1 Cor. 15:1-4), pues solo de esta manera se hace la verdadera labor de un Evangelista (Hechos 8:30-38). Sin embargo, para otros tal vez es tiempo de buscar una Iglesia donde lo que se predica desde el púlpito sea el Evangelio de Jesucristo sobre la base de las Sagradas Escrituras.